lunes, 7 de noviembre de 2016

Algo se muere en el alma

Cuando un amigo se va, cuando un amigo se va, algo se muere en el alma, cuando un amigo se va, algo se muere en el alma, cuando un amigo se va.

El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar pero tú, Nuria, sigues siendo tan grande para mí como cuando estabas aquí. Esta entrada es por y para ti. Por todo lo que hemos compartido, por todo lo que me has enseñado y por todas las sonrisas y buenos ratos que nos has dado a cada una de las personas que te hemos conocido en Nitra.


Hace ya un mes que Nuria, la becaria que estaba aquí antes de que yo llegara, volvió a Salamanca, tierra de chanfaina. Esta salmantina de 23 años me recibió sin conocerme con los brazos abiertos cuando pisé tierras eslovacas por primera vez. Ella me preparó para los descaros de las cajeras de los supermercados, me mostró que las mañanas se pasan mejor con un buen té de Trafačka y que Nitra, aunque es pequeña, tiene mucho que ofrecer, que dar clase no es duro, porque es lo que te gusta, porque aprendes de los alumnos tanto como ellos de ti y cuando ves los resultados es lo más extraordinario que te puede pasar como docente.



Nuria me enseñó que preparar los materiales de clase con colores, fichas, bromas y juegos es mucho más divertido tanto para los alumnos como para pasar tiempo en la academia. Después mejoraría mi técnica en las clases con los niños. Gracias a ella aprendí que el tiempo libre es también sano en soledad y compartiendo momentos artísticos, ¡vivan las manualidades y los mandalas! Vivan también las series, que hacen que el tiempo en Nitra no sea, en ocasiones, un completo tedio.


Estar lejos de casa no está tan mal y, de hecho, puede ser que hasta te resistas a volver, que quieras alargar el periodo con cualquier excusa para encontrar más y nuevas experiencias. Sobre todo si la gente que te rodea es tan agradable. Este fue el caso de Nuria. Qué suerte hemos tenido. Ella con su alegría y naturalidad ha hecho que estar lejos de casa no esté reñido con la felicidad. Nuria es una de esas personas que te hace sentir como en casa, que crea calor de hogar sin importar la distancia a la que quede tu ciudad. 

Sin lugar a dudas, la luz que nos ha dado aquí, no ha vuelto a ser la misma cuando se tuvo que ir. Como en las películas, el regreso de Nuria a España trajo el frío a Nitra, plantándonos directamente en el invierno.


Carisma, fuerza, confianza, energía, voluntad, superación, creatividad… son solo algunas de las muchas cualidades que te caracterizan, Nur. Mi regalo para tu despedida fue un bonsái, tú me los descubriste en Nitra y yo me di cuenta que lo que realmente me gustaba de ellos es que tienen un comienzo, pero no un final. Eso es para mí lo que significó entregártelo. No hay límites en el bonsái.


Nitra ha marcado un antes y un después en ti, pero también sabemos que es el principio de muchos viajes y periodos lejos de casa. Puede que tu siguiente tatuaje sea čas ukáže: el tiempo dirá, es una frase que nos acompaña cada día, da igual donde nos encontremos; nos ayuda a entender que vivir el día a día como lo sientes se convierte en algo imprescindible.

Gracias por calmarme cuando lo he necesitado, por entenderme, por escucharme tanto, por abrirte conmigo y compartir dulcecitos. El mes de septiembre se convirtió en un devenir de planes, algunos sin cumplir, pero… čas ukáže y, además, siempre nos quedará Barcelona.


No he vuelto a ver a ningún erizo desde que Nuria se fue. Quizá no hubiera visto ninguno si ella no hubiera estado aquí. Otro símbolo que me sigue acompañando.


Dobre, Nuria, dobre tak, tu C2 de eslovaco ha solucionado muchos de nuestros problemas. Yo también digo: nehovorim po slovensky (no hablo eslovaco) cuando alguien viene a hablarme, y a mí también me continúan hablando en eslovaco. Este pequeño país nunca dejará de parecernos peculiar. ¡Cuánto nos ha enseñado!


Recuerdo el día de la despedida, cuando ninguno quería que se fuera, ni ella quería irse. Gracias otra vez, Nuria, por saber conocerme tan bien en tan poco tiempo, tu libreta me acompañará en muchos viajes más. 



No te vayas todavía, no te vayas por favor, no te vayas todavía que hasta la guitarra mía llora cuando dices adiós.




miércoles, 2 de noviembre de 2016

El día del español

Dentro del trabajo que estoy desarrollando en Eslovaquia, además de dar clases de español, entran otras actividades culturales dedicadas a los estudiantes de la academia de idiomas o a la población interesada en el idioma español, su comida, el cine hispano y, sobre todo, en los nativos.

Tal y como he explicado en este blog, cada miércoles dedicamos una hora de conversación en español y se proyecta una película de habla hispana en la cafetería Trafacka. Otra de las actividades que se nos ocurrió fue dedicar “Un día del español” (con toda la comida que eso implica) a la cultura española y a España.



Esta actividad se desarrolló en la academia el pasado 29 de septiembre, los astros se alinearon a nuestro favor: fue el último día caluroso del verano. Desde comienzos del mes de septiembre nos hemos dedicado a organizar, preparar, decorar y planificar este día, donde la comida, la música, el arte y el baile español no podían faltar. A pesar de algunos problemillas culinarios, podemos decir que “El día del español” pasó la prueba. En definitiva, era una forma de atraer al público para aprender español.

La cocina de mi nuevo piso se convirtió en la protagonista de la fiesta. La paella, o también llamada: “intento de cocinar paella con dos fuegos”, salió victoriosa, así como las tortillas de patatas, el gazpacho realizado por una andaluza y una salmantina a las que NO les gusta el gazpacho resultó ser el plato estrella o la pipirrana, gran desconocida entre la mayoría de los españoles de la fiesta, fueron algunas de las comidas españolas degustadas a tantos kilómetros de nuestra tierra. 


             


Además, no pudo faltar una buena sangría, a pesar del duro momento de encontrar hielo. Sí, en Eslovaquia encontrar hielo es como intentar buscar una aguja en un pajar. A pesar de todo y gracias a las cervezas españolas, ¡todo fue výborne (excelente)!





Me hizo inmensamente feliz ver a los eslovacos sintiéndose tan españoles y rodeados de tanta diversidad hispana. 

Todo iba bien hasta que me dijeron que alguien tenía que dar algún discurso, que todo el mundo esperaba algo. Luces, cámara y acción: ahí salí yo, cogiendo el toro por los cuernos, y arriba con la peineta, las flores y el arte andalú animando a la gente a bailar sevillanas. Yo, la misma a la que no le gusta el gazpacho ni el salmorejo, la misma andaluza que ni baila ni le gustan las sevillanas. 




Hubo baile: al final, claramente, las cervezas hicieron su efecto. Decidimos continuar la fiesta: la calle y la noche nos recibieron con todas sus posibilidades y acabamos en Devil’s, un apoteósico garito para desbocados que, como su propio nombre indica, es en lo que te conviertes cuando entras. 

Acostumbrados a los cubatas españoles de vasos de medio litro, nos aparece el camarero con Gin tonics en vasos como los que usamos para el Cola Cao, repletos de ginebra. Todo estilo eslovaco: pequeña cantidad en una dosis de alta graduación. Pero bien que nos los bebimos, pudo más la curiosidad de ver qué clase de bebida se podía suministrar a tan bajo precio. El espíritu heroico nos salió caro y todo el gin ingerido amargó los estómagos repletos de comida y bebida españolas. La noche duró poco más tras la ingestión del veneno y su repetida e inevitable degustación. Este tibio lugar nos transformó. La euforia desprovista de temporalidad en aquel momento acabó siendo algo transitorio y la embriaguez alcohólica, que puede llevar al vómito o al grito, en nuestro caso, llevó a lo primero. Lo segundo, como españoles, ya nos sale de forma natural.