No puedo más que agachar la cabeza y avergonzarme por haber abandonado
tanto tiempo el blog y, en consecuencia, por dejar de contar lo que sigue sucediendo a más de
2.000 kilómetros de mis castellanas tierras. Ante todo, un arrebato de
sinceridad: “Narcos” me atrapó y mi tiempo libre se acabó reduciendo en querer
consumir de forma ferozmente capitalista dos temporadas en menos de un mes. Es decir, unas 40 horas frente a la pantalla del ordenador escuchando: gonorrea, malparido, jueputa y un sinfín de formas de insultar dulcemente. No sé qué me dio, sentía a Pablo Escobar Gaviria detrás de mí diciéndome: "o ves la serie, o plomo".
Pero he levantado la cabeza y la he despegado del ordenador para algo mucho más productivo: continuar con el blog, pues la
ausencia ha tenido que traer algo bueno y, efectivamente, ahora tengo cosas
mucho más sustanciosas que contar. Así que espero no decepcionaros.
Esta
entrada se la dedico a la primera persona que ha venido desde España a verme:
mi amiga M. M., con la que compartí una fabulosa experiencia en Polonia, esta vez
en el sur: el destino era Cracovia.
Vamos
a viajar casi un mes atrás: concretamente a principios del mes de septiembre. M.M. decide venir a verme a mí, a Nitra, a los
españoles de Nitra y todas las capitales europeas que la rodean: Viena,
Bratislava, Praga y Budapest. ¿Os podéis imaginar esto en una semana?
Añadiéndole nuestro encuentro en Cracovia, claro. Sin duda, cuando uno puede y
tiene ganas de algo, no hay más que ir a Decathlon, comprar la mochila que más
de media Europa adquiere para los viajes y las aventuras y…au revoir!
M.M. llegó, y su cara de emoción al verme y al conocer la ciudad es una de las
cosas que no creo que pueda olvidar. En ese momento pensé cuál sería su cara
cuando llegara a ciudades como Viena o Budapest. Pero empecemos por Nitra. No
sé cómo pudimos hacer tanto en un fin de semana. Ha pasado un mes desde que
M.M. se fue y creo que no he hecho tantas cosas desde entonces. Ver Nitra
intensamente, disfrutar del sol, de sus vistas, de sus cafés, de la capital de
Eslovaquia y de la compañía de otros españoles: fue un fin de semana que me
dejó seca. Y ya tenía que ir cambiando el chip, pues el cambio de rutina que me esperaba me iba a dejar más seca todavía.
Bratislava |
Bratislava |
Zobor (Nitra) |
Nitra |
Y
llegó el momento de Cracovia. Una ciudad de la que había oído hablar tanto y a la que le tenía tantas ganas no podía decepcionarme. Fue casi como Barcelona, la despedida, al menos, afín: qué
maravilla de ciudad, qué ganas de volver, y no como turista. Sus rincones, sus
monumentos, sus cafeterías, sus historias y, cómo no, los españoles que andan por
allí, casi los mismos que puedas encontrarte en España, todo resumido en una palabra: qué fascinante barullo.
Quiero
resumir el viaje con esta fotografía que tomé en uno de sus bares:
Cracovia es
una activa e intensa muestra de lo antiguo, de lo viejo: de una historia gris,
triste, amarga, y por supuesto de lo actual: lo vivo, lo colorido, el intento
por renovar, por modernizarse, por estar a la altura, por alejarse del estereotipo
del Este. Cracovia es una porción de Polonia que abarca pluralidad, que te sumerge en su historia en un ambiente moderno, vivo, una ciudad justa con sus protagonistas, donde cada polaco, a su manera, aporta color, ruido, embriaguez y sobriedad, música, color, flores, olor, todo en una misma plaza.
M.M.
y yo compartimos habitación con otros tantos viajeros y visitamos cada rincón de
la ciudad hasta casi conocérnosla, podíamos incluso ir andando por ella sin
mapa. Además, la ciudad nos puso también fácil el encontrar sitios GLUTEN FREE, porque M.M. es mi dulce
celíaca y cuando viajamos juntas vamos avanzando por los lugares buscando
puntos que parpadean en verde llamándonos en un suave susurro: “tenemos comida
sin gluten”. Parece mentira, pero en Cracovia tuvimos más suerte que en
Mallorca.
Por
supuesto pasamos por Auschwitz: visita obligatoria, al igual que el museo de la
fábrica de Schindler, un paseo por la historia de la ciudad, desde el 39 al
45. Una historia de muchos, cada uno de ellos protagonistas. Recorrer un campo
de concentración es viajar al pasado rodeado de silencio, donde a cada paso te
imaginas una gran muchedumbre de seres aparentemente humanos; puedes incluso
imaginar su respiración temerosa, sus ropas raídas, sus lágrimas cada noche,
cada amanecer. Puedes hasta sentirlo más tangible cuando recorres las
habitaciones, las camas, la montañas de pelo que aún se encuentran intactas,
trenzas inmaculadas, amontonadas, jamás olvidadas.
Discutimos aquí sobre el llamado turismo macabro que se viene dando y difundiendo, ahora más, a través de las redes sociales desde hace bastantes años. "Tengamos visible la historia para no volver a repetirla". Sí, totalmente de acuerdo pero, ¿hasta qué punto? ¿cómo gestionar esas visitas? ¿está bien ponerle precio a un lugar que fue tan dañino para unos y tan vergonzoso para todos? ¿de qué manera nos interesa esta parte de la historia? ¿es posible fotografiar Auschwitz al igual que la Torre Eiffel?
El
fin de semana del 9 al 11 de septiembre fue maravilloso. Además, el tiempo
acompañó de una manera casi inverosímil teniendo en cuenta mi última visita a
Polonia en agosto, donde me acompañaban un polar, pañuelos y jerseys. Cracovia
es el fin de mi ruta por Polonia. Y no ha podido
ser mejor. Gracias, M.M., por acompañarme y hacerlo posible.
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