lunes, 22 de agosto de 2016

El viaje a Polonia (1)

Ha sido un viaje excepcional. Jamás seis días dieron para tanto. Para tantas emociones, para tanta información, para tanta belleza y tantos contrastes, cosas por descubrir, historias que escuchar y que contar. Sin duda, las horas de autobús han valido la pena. Y de qué manera.


En el trayecto atravesé tres países en apenas unas horas. La forma de las nuevas tecnologías de avisarte de esto es la siguiente:

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El primer destino fue Poznań, una de las más antiguas y grandes ciudades polacas, capital de la región histórica de la Gran Polonia. 

Poznań fue la capital de Polonia en el siglo X, su fiesta más importante es la de San Martín y de lo más significativo de la ciudad es la plaza del Ayuntamiento. Además, en la ciudad no pudo faltar...



En la plaza del Ayuntamiento, a las 12.00 AM de cada día, llueve, truene, caiga la nevada más grande de la historia de Polonia o apriete el sol como nunca lo haya hecho en los países eslavos, dos cabritas luchadoras salen de encima del reloj situado en la torre del Ayuntamiento y chocan sus cuernecitos mientras la gente de la plaza, cuenta, según qué idioma, 1, 2, 3... hasta doce. Sí, doce cornadas como las doce uvas, las pobres cabritas no se gastan los cuernos, y se cornean doce veces cada día. Detrás de esto no puede haber otra cosa que una leyenda, que en este caso es la siguiente: 

Una vez estaba un cocinero preparando un banquete para el gobernador de la ciudad, pero el ciervo que estaba preparando se le quemó. Por temor al castigo del gobernador, el cocinero decidió sustituir el ciervo por un par de cabras; sin embargo, estas se le escaparon y, al llegar al Ayuntamiento, empezaron a luchar entre sí. El gobernador, divertido por el espectáculo que habían dado las cabras, decidió perdonar al cocinero su descuido y ordenó fabricar dos cabras mecánicas y colocarlas en el reloj para recordar ese episodio a diario.
He aquí las famosas cabritas que hacen un poco más característico el típico souvenir que puede comprarse en la ciudad:

Fotografía de Wikipedia

Pero no os preocupéis, que para quien esté pensando que viajar a Poznań sale demasiado caro para solo ver las cabritas, os dejo un homemade vídeo (con risas mías incluidas, era inevitable, demasiada emoción, las doce uvas en pleno agosto):




Os dejo otras fotos de la plaza del Ayuntamiento:


Las simbólicas cabritas
En cuanto a la fiesta de San Martín, para entenderla mejor, nos metimos en "El museo del croissant", pues los croissants tienen un papel fundamental en la festividad. Su visita consistía esencialmente en hacer uno y después comerte una muestra de otro (hecho en condiciones). 


Para los realmente interesados en la leyenda, el por qué de esta festividad y para los que quieran corroborar que sí, que la religión ni a los dulces puede dejar tranquilos, os dejo una maravillosa explicación de Viajeros.com (editada un poco, pues no me parecía lo más correcto dejar pagano con tilde):
San Martín fue un obispo procedente de Tours (hoy en Hungría). Nació entre el año 316 y 317 y es uno de los santos más famosos de Europa. Es patrón de los soldados de la Iglesia Católica y santo de la Iglesia Ortodoxa. Según dice la leyenda, un invierno muy frío, San Martín se encontró con un mendigo casi desnudo y decidió darle su propio abrigo. Una noche después, en sus sueños, Martín vio a Cristo vestido con su abrigo que decía a los ángeles: "Miren cómo me ha vestido Martín". Este acontecimiento lo inmortalizó en sus lienzos el pintor español El Greco
Un año, el párroco de la Iglesia de San Martín, ordenó a los fieles que hiciera algo bueno por sus prójimos siguiendo el ejemplo de San Martín. Así, cierto propietario de una pastelería decidió compartir sus croissants con la gente.
El señor, llamado Melzer, los vendía a la gente rica y se los regalaba a los pobres. En realidad, gracias a este suceso, la Iglesia Católica adoptó el acto pagano para su uso, que consistía en las ofrendas entregadas a los dioses en otoño; compuestas del buey o del pastel en forma de su cuerno. Además, el croissant también simboliza la herradura que perdió el caballo de San Martín. 
El culto a San Martín sigue vivo en Poznań desde hace siglos. Cada año, el 11 de noviembre se organizan muchos festivales por las calles. Pero... ¿qué tienen de especiales entonces estos croissants? Sí hombre, sí, cómo no me iban a perseguir a mí las semillas de amapola... ¡El relleno es de semilla de amapola blanca! ¡Pero qué felicidad por favor! ¡Qué sabor tan exquisito! 



Poznań es una ciudad preciosa, además, me hizo sentir como en casa... sí, sí, no os engaño: ¡hasta tiene una Fuente de los Leones!











Y la comida... eso sí que ha sido una auténtica delicia. ¡Qué bueno estaba todo! (Absténganse aquellos que tienen sitofilia.)

















El siguiente destino fue la región de Pomerania, situada en el norte de Polonia, o sea, que he estado en el Mar Báltico y sí, los polacos van a la playa. 


La primera ciudad que visitamos fue Gdanskuna pasada de ciudad y por supuesto, con más españoles casi que polacos, que no son los únicos que van al norte en verano porque en invierno allí cuatro pescadores... y poco más. Visitar esta ciudad, la más importante de la región, fue una mezcla entre lo alemán, lo holandés y lo vikingo, algo que no te dejaba terminar de aclarar dónde te encontrabas.




Después visitamos la península de Hel o, lo que es igual, en polaco: Mierzeja Helska, que pronunciado a lo andaluz sería "Miehda secah", así que vamos a dejarlo en península de Hel. El caso es que allí vimos de todo. Desde visitar un faro, un búnker de la II Guerra Mundial con muros de dos metros de ancho (entrar dentro fue algo realmente escalofriante), hasta ver un show de focas y estar en la playa... un rayo de sol uooooAunque el día finalizó con una tormenta que casi nos hace volver en canoa a coger el tren para el próximo destino: Gdynia.




Y, al día siguiente, llegamos vivas a GdyniaAunque del trayecto en tren no quiero relatar demasiado... solo diré que parecíamos sardinas en lata. Unas más borrachas que otras, porque Polonia y la bebida no iban a ser una excepción. Lo que quiero decir es que hasta los propios polacos estaban sorprendidos de la situación. El tren que nos llevaba a Gdynia venía con una hora de retraso, así que nos aferramos, LITERALMENTE, a otro que iba a Cracovia pero que paraba en Gdynia. Esta idea no solo se nos ocurrió a nosotras, por lo que el tren iba tal que así:


No quiero que mi queja parezca demasiado excesiva, pero ciertamente el viaje de más de una hora de pie, donde lo único que podías mover eran los párpados, fue objetivamente estresante. Además, en esa hora aprendí todos los tacos en polaco que existen. 

Una vez en Gdynia y viendo que ya era el último destino... no pudimos haberlo hecho mejor. ¡Qué preciosidad! Pasamos de ver un barco de la II Guerra Mundial, a un acuario donde estaban Nemo y Dori y a terminar en un paseo marítimo que pude guardar en unas fotos muy majas y, os lo prometo, no es un cuadro. Pero sería uno maravilloso. Pude sentir, como dice Amaral, el universo sobre mí, como un náufrago en el mar, donde yo sí, encontré, en ese instante, mi sitio.









Mi viaje de casi una semana por Polonia termina poco más o menos como empezó. Con 1837654179834 horas de autobús. Además, amanecí una ciudad (Katowice), donde, siento romper el hilo poético, entré en McDonald's para asearme como si no hubiera mañana. 

Por supuesto, esta entrada va dedicada a la persona que ha hecho posible cada aventura y cada momento de este viaje, a la que me ha contado cada historia, cada leyenda, la que ha hecho posible que haya estado en el mismo lugar que grandes personajes históricos (unos más queridos que otros) como Hitler, Napoleón o Chopin. A ella y a su familia, miles de besos y recuerdos. Gracias, Monika. Gracias por aguantarme con frío, con calor, sin ganas, con un dolor de pies inhumano, con cansancio, con desesperación, gracias por animarme y enseñarme tanto y tan bien tu país. Mi único deseo ahora mismo es volver. 





2 comentarios:

  1. Irene, ¡gracias a ti! Para mí también ha sido tiempo de descubrir mi propio país, su historia y su encanto (no siempre positivo; me refiero a lo del tren). A fin de cuentas: ha merecido la pena ☺

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  2. Me alegro mucho, Irene. Para mí Polonia fue una revelación maravillosa y me quedé prendado de ella. Un trozo de mi corazón es polaco, sin duda. Nosotros estuvimos en Lodz, menos monumental probablemente. Y en Varsovia, impresionante en su barrio antiguo, reconstruido piedra a piedra, en sus estatuas que salen de la tierra para defender la patria polaca, como históricamente pasó. Pero por encima de todo, lo que más me gustó fue la gente polaca, capaces de aunar un espíritu festivo y optimista con una excepcional capacidad de trabajo y superación. Es una joya de país, sin duda.

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