miércoles, 3 de agosto de 2016

Primeras impresiones

Sucesos durante el viaje que parecen los antecedentes de lo que me depara este país… y de lo que dejo en Granada. Creo que el viaje de ida lo puede resumir una sola foto: 


Y, por fin, ¡tierras eslovacas! Pero… ¿qué demonios es esto? ¡Si parece que estoy en la playa! Qué humedad, por favor, no me va a sorprender encontrarme más setas que árboles por aquí. Mi siguiente paso es llegar a Nitra desde Bratislava. El autobús. Llega un chico venezolano que me habla en inglés (¿en serio tengo tanta pinta de guiri?). Va a un pueblo de nombre impronunciable (Banská Bystrica), que luego descubriría que es uno de los más turísticos de Eslovaquia, a un encuentro de break dance, no me extrañaría haber conocido a uno de los mejores del mundo, me enseña vídeos suyos y baila, joder si baila, yo no sé cómo tiene los miembros del cuerpo aún intactos. 


Hablamos, más bien hablo, creo que lo tengo hasta los cojones. Parece haber dormido lo mismo que yo. Así que me callo. Entonces aparece un hippie, un hippie eslovaco que nos cuenta que ha estado dos meses viviendo en Granada.

— Wait, GRANADA?! I’m from there!
— Oh, nice, I was living down the trees.

El venezolano y yo nos miramos. No podemos aguantar la risa, realmente parecía venir de debajo de un árbol.

 But, please, you don’t think that I’m a hippie, I don’t like hippies, they are anarchists.

Mi cara es un cuadro. No sé si por el olor, el calor, lo que estoy escuchando, las ganas, la ilusión, o simplemente porque tengo ganas de ver dónde voy a vivir los próximos cinco meses. Granada ha llegado conmigo, el idioma también. Y llego a mi destino, MENOS MAL, cuanto antes me desprenda de lo demás, mejor.

Por fin conozco a uno de mis compañeros de piso. Después de enterarme que voy a vivir con cinco hombres (yo realmente esto ni lo pensé), la mayoría eslovacos, imaginé cómo sería mi primera vez compartiendo piso. Ilusa de mí, me pensaba volver bilingüe a España hablando inglés y español, pero claro, esto es Eslovaquia, no Londres. Así que tras ver la cara de otro de mis compañeros de piso con mi nice to meet you, aterricé. Uno habla inglés como los indios, los otros dos ni lo hablan. Otro es un chico peruano que sabe más eslovaco que los eslovacos. Sí, aterricé de nuevo.


La verdad que solo puedo decir que estoy entusiasmada. Tan entusiasmada que cuando llego al piso ni lo sucio me parece sucio, ni la cama me parece una auténtica basura, ni la basura es tan basura, después de todo. SO, I’M HERE. Pero lo mejor del piso sin duda es el póster que hay delante del váter:

Apología de la caca para la inspiración.
Y ahora, la pregunta del millón, ¿qué hago? Pues quiero hacer 1764712098410 cosas a la vez, y sin apenas haber dormido más que dos horas en el avión, al lío que voy.


Entonces llega el conflicto con la cajera del supermercado. O lo que sería lo mismo a partir de ese momento: EL CONFLICTO CON LA POBLACIÓN ESLOVACA. Aquí la gente no sabe inglés. No hay que darle más vueltas. Lo mismo que no hay que darle más vueltas a que la gente de aquí es racista, a que posiblemente no vea a nadie de color y a que simplemente hay que aceptar que antes o después de acostarte te vas a comer alguna mala contestación, alguna mirada de largo de aquí o algún comentario poco amistoso. Y ya las noticias de “la extrema derecha está ganando en Europa” no me suenan tan lejanas. Intento conversar con mi compañero de piso sobre la situación de los refugiados y me contesta que ahora mismo él está trabajando para que ellos puedan vivir aquí, que no quiere inmigrantes porque son parásitos y bueno, a otra cosa, mariposa. 

Foto tomada en Galéria Mlyny (Nitra)

La primera vez que conozco a mi compañera de trabajo, no olvidemos que estoy en Eslovaquia para dar clases de español, paseando por el centro de la ciudad, nos gritan putas, no sé si es que para ellos la palabra es muy poética, pero ese C1 de español en insultos no me ha resultado la mejor bienvenida.

¿Y las eslovacas? Hoy volviendo a casa me he encontrado un cartel publicitario que me ha resultado muy cómico, y no he podido evitar generalizar sobre ellas:


Me acuesto exhausta, agotada, ilusionada pero confundida, sé más o menos lo que me va a ir pasando aquí. Sé cómo me voy a sentir. Y las expectativas se vuelven más tangibles. Y siento que vuelvo a aterrizar otra vez.



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